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Mostrando las entradas de marzo, 2022

En el Banco...

… Entré al Banco, agarré un numero y tomé asiento. Tenia muchas cosas pendientes, pero era el numero 16, así que tendría que esperar un rato antes de atenderlas.  Un señor vociferaba por teléfono:  “¿Lanzaste el Microondas a la piscina? ¡Si había un extintor...! ¿Cómo que el fuego vino después?”. Recordé que había olvidado apagar la estufa, o eso creía. Me urgía salir y cerciorarme, pero era el numero 70, y no podía dejar mi puesto por una duda. Ya si mi apartamento estaba en llamas compraría un extintor. Unas cajeras charlaban:  “¡Era una rata gigantesca! Y Lucifer va y la traga entera, ni los huesos dejó”. “¿Llamaste a tu gato Lucifer?”. “Con ese apetito ¡No parece una criatura de Dios!”. Recordé que había olvidado darle comida a mi perro Rupert, o eso creía. Seguro se moría de hambre, si no lo mataron primero las llamas.  Me urgía salir y comprarle comida, junto al extintor, pero era el numero 160, tendría que esperar. Ya al salir mejor compraba una urna para la cenizas de Rupert.

El Columpio

Fuente Llevaba siglos sin hacerlo, siempre me encontraba con que los columpios eran demasiado pequeños para mí, y estaba en la edad en la que resultaba ridículo el subirse a uno… Pero no pude contenerme, necesitaba volar. Subí a uno y comencé a balancear mis largas piernas, haciendo un movimiento en arco que me era tan natural como el respirar. Y respiraba, respiraba el momento y la oportunidad, respiraba el olvido momentáneo de “Aquel” dolor. No era humano, era la brisa acariciando mis mejillas, la gravedad jalándome al bajar y liberándome al subir, las cadenas oxidadas temblando y rechinando, liberando escamas de pintura sobre las pierdas; era el sol asomándose tímidamente tras las nubes, espiando a los mortales entre las hojas; era las hojas y su sombra, yo era mi sombra. Era todo menos “yo”, por esos momentos me libere de mí. Mis manos se aferraban a las cadenas con la fuerza que solo el miedo puede proveer. En cada balanceo me veía en el suelo, adolorido y sangrando. No

Paz a tu Alma

Fuente Para un momento; Tómate un tiempo; Yace en silencio; Ve a descansar. No es a dormir, No es dimitir; Solo es sentir Tu respirar. Lluvia que cae, Cantos de ave; Solo, sin nadie, Debes de estar. Solo y tu ser; Solo, sin ser; Solo, y ver Todo pasar...

Arrugas

Arrugas en la piel, arrugas en el alma… Las arrugas son algo intrínseco a nosotros. Nuestra topografía epidérmica esta provista de innumerables “imperfecciones” que se han ido formando de la misma manera en la que se formaron los cerros, montes y montañas de nuestra patria. Cuando el recién nacido sale del útero y echa su primer llanto sobre la tierra, sus manos y dedos parecen lo más cercano que se tiene al papel: casi lisos y frágiles. Con el pasar de los años ese papel toma miles de formas que, al final de los días, si se le diera la oportunidad a un quiromante para leer ese pergamino viviente, tardaría más de mil y una noches contando todas las historias que guarda. El atractivo en aquello liso, brillante, impoluto, no es extraño. La claridad, la honestidad, la pureza, todo eso que adora y enaltece al ser humano es lo que se esconde a simple vista en tal paraje. Por otro lado, la hipocresía, aquello desconocido y oscuro, es la cosa que más desprecia, a lo que más le teme. Un be