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Poesía

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Tras Aquella Cortina de Niebla

  Le dijeron que no había nada, que la estepa, si no era infinita, por lo menos era lo bastante grande como para no ser abarcada por una persona ni aún viviendo 100 vidas, pero él estaba desesperado. Oyó un llanto tras la cortina de niebla y de inmediato pensó en su hija, perdida hace ya mucho, llamándole para que le rescatase. La locura y la aflicción envenenaron su memoria y le hicieron olvidar que ya había encontrado a su pequeña, sus restos al menos; o quizá no lo recordaba porque nunca quiso aceptarlo, sus ojos ciegos ante la cruel realidad. La fantasía era un escape, y dicho escape estaba tras la cortina, así que fue. Imposiblemente alta, incomprensiblemente extensa, la cortina de niebla estuvo allí desde antes de que el país tuviese nombre y permanecerá incluso después de que lo pierda. Más oscuro que una noche sin luna, de un silencio ensordecedor, capaz de volver los latidos del propio corazón un estruendo insoportable. Era a donde solo iban quienes ya estaban perdidos e...

Il Bacio Della Morte

 Mi prima María cuenta esto en pocas ocasiones, prácticamente cada lustro, cuando tiene el suficiente alcohol en el sistema como para que su lengua se suelte, pero no demasiado como para que solo diga incoherencias. Pocas personas recuerdan el relato que cuenta debido a que, por lo general, están alcoholizados al punto de la amnesia. Hasta donde sé, solo yo y un puñado más de la familia, los pocos que no somos tan asiduos a la bebida, recordamos la historia, la mayoría a medias. Yo me puse a indagar un poco más para rellenar los huecos. Juntándolo todo, va un poco tal que así: Aquella noche, hace como 15 años, Maria llegó a la casa de su entonces amiga Gabriela junto a las demás chicas de su grupo para la pijamada que llevaban semanas planificando. Las niñas fueron en la camioneta Cherokee del papá de una de ellas, que era conducido por su madre. Era el único vehículo capaz soportar tal contingente de personas y sus equipajes. Llovía como si el cielo se les cayera encima, pero nadi...

A la Luz de los Mechurrios