El siguiente relato tiene un contenido que puede dañar la sensibilidad de algunos lectores, se recomienda discreción.
Al atardecer, a mitad de la nada del bosque, entre arboles tan altos como rascacielos, Dominic se encontraba al borde de la impaciencia. El y su hermano Michael llevaban más de 3 horas en el bosque cavando el hoyo donde planeaban enterrar el cuerpo de la chica que Michael había asesinado. Cansado, hambriento y profundamente enojado, él solo podía encontrar consuelo en el hecho de que el Revolver que llevaba en la cintura estaba bien cargado. ¿Cargado para qué? Eso era lo de menos, siempre se sentía mejor con él, le daba fuerza y firmeza, cosas que necesitaba desesperadamente en ese momento tan absurdo.
Michael estaba en el fondo del hoyo, haciéndolo más profundo. Él le había propuesto a Dominic decidir con “piedra, papel o tijeras” quien haría la tarea, pero perdió miserablemente, como lo hacia todo el tiempo. Dominic, por su parte, descansaba tras haber cavado la primera parte del hoyo. Miraba a su joven hermano menor con mucha atención, un poco con rabia y un poco más con piedad. Michael siempre había sido “especial”. Inquieto hasta los huesos, siempre de buen humor y sonriente; incluso ahora, pese a estar cavando el hoyo donde enterrarían a la chica que mato hace apenas unas horas, justo antes de ir a pedirle ayuda a su hermano mayor.
A mitad de la madrugada, mientras Dominic dormía como una roca en su diminuto apartamento en el centro de la ciudad, oyó como alguien tocaba con insistencia la puerta. A la cuarta llamada fue que se dignó a atender. Tomó su Revolver, siempre bien cargado, y la puso tras su espalda mientras iba a la puerta principal. La entreabrió lo suficiente como para permitirse ver un poco, pero de inmediato otro rostro se interpuso en la abertura, como queriendo entrar a la fuerza.
“¡Hola Hermanito!”, dijo Michael, con sus mejillas apretadas por la puerta. “¿Estabas durmiendo?”.
“¿Qué carajos haces aquí, Mike?”, respondió Dominic aun somnoliento y rascándose la sien con el cañón del Revolver. “Y a esta hora...”.
“Bueno... veras, es que necesito...”
“¿Por qué estabas tocando así? ¿Ah? ¿Querías despertar todo el edificio?”, mientras sermoneaba se percató del arma en su mano, la había tomado por inercia. “¡Por poco y te vuelo las pocas neuronas que te quedan…!”.
“Dom, mate a alguien”, interrumpió Mike con una mueca de incomodidad.
Dominic tuvo que repasar esas palabras en su mente por unos segundos.
“¿A quien?”
“Una chica”
“¿Una Prostituta?”
“No, una ‘chica-chica’, una de verdad”.
“¿Por qué lo hiciste?”, Dominic estaba verdaderamente turbado por lo que oía.
“No se”, respondió Mike con la cara tan inocente como la de un preescolar. “Curiosidad, quizá. Era muy bonita, solo quería saber si seguiría siéndolo aun después de muerta… Y pues, tenia razón”, concluyó esbozando una sonrisa.
Pese a lo absurdo que sonaba, Dominic no lo cuestiono, “Es justo lo que Mike haría”, pensó mientras recordaba aquella vez que su hermano aplastó a un cachorro bajo una lamina de madera, sin razón lógica aparente. Saco la cabeza de Michael de la abertura y cerró la puerta para quitar la cadena de seguridad y poder abrirla completamente.
“Oh por cierto, está allá abajo en la parte trasera de la camioneta de papá”, decía Mike mientras entraba al apartamento.
“¿Qué…? ¡¿La Trajiste contigo a mi casa, en el medio del centro?!”.
“Es que fue en el carro donde… tu sabes”, respondió Mike mientras hacia el gesto de cortarse el cuello.
“¿Estas seguro de que no era una maldita prostituta?”, exclamaba Dom mientras se retiraba a buscar sus cosas.
“Parecía demasiado joven para hacerlo”, dijo Mike, Dominic quedo paralizado. “Pero ¿Quien sabe? En este mundo pasan cosas muy oscuras”.
Dominic no hizo más que pasarse las manos por la cara y respirar profundamente para así no sucumbir a la rabia y destrozar a su único familiar a golpes. Meditó por unos segundos, mirando el suelo sucio de su apartamento, y entonces reaccionó.
“Ok ¿Qué más da?. Iremos al viejo taller de papá a buscar herramientas y después vamos al lugar más alejado posible para así deshacernos del cuerpo”.
“Suena a un buen plan”, respondió Mike con entusiasmo infantil. “Yo te sigo, genio”.
Después de tomar tres mudas de ropa, una para llevar puesta y desechar, y otras dos para cambiarse él y su hermano después del trabajo, tomar las llaves y una linterna, Dominic y Michael empezaron a encaminarse a la planta baja del edificio en dirección al vehículo.
“Espera”, se detuvo Dominic en medio del pasillo. “¿Que la camioneta de papá no es una Pick-up, de esas que tiene la parte trasera al descubierto?”
“Sep. Pero tranquilo, puse a la chica de tal forma que pareciera que estuviese durmiendo”.
En el acto, Dominic asesto un derechazo a la mandíbula de Michael que le hizo caer al piso cual saco de papas.
“¡¿Por qué coño hiciste eso?!”, reclamo Mike cubriéndose la herida, a punto de llorar.
“¡Callate! ¡Te lo mereces por imbécil! ¡Y mira que me he aguantado! ¿O acaso quieres un golpe de verdad?”.
Dominic y Michael salieron a la parte delantera del edificios de apartamentos, donde estaba estacionada la camioneta con el cadáver de la chica puesta en posición fetal en la parte posterior.
“Por Cristo, y justo en frente del edificio”, exclamaba Dominic mientras se pasaba nuevamente las manos por la cara.
“¿Me vas a volver a pegar?”, Mike se preparaba cubriéndose el rostro.
“Luego. Vayámonos ya, yo manejo”.
Dominic fue directamente al asiento del conductor y Mike, a regañadientes, se conformó con ir de copiloto. En un viaje de hora y media fueron a las afueras de la ciudad al viejo taller que su padre gerenciaba cuando estaba vivo. El lugar había sido vendido por los hermanos después de haberse celebrado el funeral del viejo, pero conservaron una llave “por precaución”. Cuando llegaron al lugar Dominic fue a la puerta trasera y rezó en silencio para que los nuevos dueños no hubiesen cambiado las cerraduras, cuando pudo introducir la llave y abrir el cerrojo, suspiro aliviado. El lugar había sido vendido con todo y herramientas, ya que ninguno de los dos hermanos tenia intenciones de ejercer el oficio del patriarca, ambos tenían en ese entonces ambiciones (Dominic quería ser empresario, Michael actor.) que, al cabo de unos años, se volvieron quimeras que constantemente hacían mella en la moral de los hermanos cada que se hacían conscientes de su situación actual, con Dom trabajando en un servicio de mudanzas y Michael siendo cajero de supermercado.
Dominic entró con cuidado, intentado hacer el menor ruido posible. Los nuevos dueños vivían a media hora del lugar, pero habían comprado unos perros pitbull que se encargaban de cuidarlo en su ausencia. Para suerte de los hermanos, los nuevos dueños también eran una avaros, por lo que compraron los perros más ancianos y perezosos que había al ser los más económicos.
Con linterna en mano, Dominic busco y tomo una bolsa negra, unos metros de cuerda, un par de palas y una cierra. Cuando pensó en que tenia lo suficiente, se encaminó de vuelta a la camioneta; sin embargo, a mitad del camino, se encontró con que los nuevos dueños aun conservaban el retrato de su madre sobre la repisa cerca de la salida. Quedó hipnotizado al ver la bella piel blanca y el pelo moreno de la mujer, cubierta por su vestido de girasoles de domingo. Dominic se preguntó por qué la foto aun seguía allí, a lo cual comenzó a imaginarse al rollizo y granoso nuevo dueño contemplando la foto mientras se auto complacía en los momentos en los que disfrutaba de un poco de intimidad en la oscuridad. El pensamiento le repugnó y enfureció, por lo que tomo el retrato y se lo llevó consigo.
Michael aguardaba en el auto, supuestamente vigilando por si alguien pasaba por el lugar, pero en realidad se encontraba distraído haciendo aviones de papel con los documentos del carro. Con un golpe a la ventanilla Dominic le hizo entrar en razón, posteriormente le lanzó encima la bolsa donde llevaba las cosas. También, mientras salia del lugar, tomo una lona, de esas para proteger a los auto, con la que cubrió la parte posterior de la camioneta y que no fuera visible el cadáver.
“¿Y esta foto? ¿Quien es ella?”, dijo Mike tras haber rebuscado entre los objetos tomados
“Es mamá. No se por qué aun la tenían”.
“¿De verdad es ella?”.
“Eras muy joven cuando murió, seguro no la recuerdas bien”.
“Si tu lo dices...”.
Condujeron por varias horas con tal de alejarse lo más posible de la ciudad. Condujeron tanto que amaneció y atardeció con ellos aun en la carretera, los únicos conscientes del tiempo eran sus estómagos, que rugían por la falta de comida. Michael insistió varias veces en pasar rápidamente por un Auto Servicio para pedir unas hamburguesas, pero Dominic se negó rotundamente; solo después pudieron comprar un par de emparedados y unas bebidas con el poco dinero en efectivo que tenían. Condujeron más y más hasta encontrarse inmersos en un bosque de lo más frondoso y sombrío, con una bruma casi sofocante que a Dominic le pareció lo más idóneo para la eficacia de la tarea.
Estacionaron la camioneta entre los arboles y salieron de él con la firme convicción de hacer desaparecer a la chica. Ambos fueron a la parte posterior del vehículo, Dominic retiro la lona y Michael abrió el maletero.
Allí estaba ella, pálida como la leche, con el pelo negro y largo desparramado a su alrededor como un halo divino, semejante a una especie de querubín, debido a su aparente juventud. Acurrucada como un bebe como estaba en verdad parecía que estar durmiendo, de no ser por las marcas moradas en su cuello y sus ojos bien abierto. Llevaba una blusa blanca con boleros y una minifalda de cuero negra. Dominic notó humedad entre sus muslos, la parecer su vejiga no había soportado el hecho de enfrentar una muerte inminente, al mirar más al fondo de la falda pudo notar el patrón de rayas azul y blanco que adornaban su ropa interior. Dom agitó su cabeza y se centró en cambio en su rostro, al ver los apagados ojos grises de la chica, un extraño destello familiar le vino a la mente.
“Hola, Dom”, le oyó decir al cadáver.
Dominic rápidamente reacciono y miro a todos lados como buscando algo, completamente perturbado.
“¿Qué? ¿Oíste algo, Dom? ¿Alguien viene?”, preguntó Michael.
“¿No fuiste tú? ¿No dijiste mi nombre hace un momento?”.
“Lo dije ahora, no se de que estas hablando”.
“Dom, no me ignores”, volvió a oír decir a la chica, en ese momento él se concentró nuevamente en su rostro y pudo ver que ella le veía fijamente mientras sonreía.
“¿Cómo fue que la mataste, Mike?”.
“La ahorque, allí se le ven las marcas. No fue tan difícil, aunque si lo fue el evitar que me sacara los ojos con las uñas mientras lo hacia”.
“¿Estas completamente seguro de que esta muerta?”.
“Bueno, si no lo estuviera creo que hubiese escapado hace mucho ¿No crees, Dom?”.
“Si Dom, es obvio que estoy muerta, y que solo tú me escuchas”, decía entre risas el cadáver.
Dominic comenzó a sentirse enfermo. Instintivamente llevo su mano a la empuñadura de su Revolver y la acarició de forma nerviosa.
“Dejemosla aquí, busquemos un lugar apartado en donde cavar y luego vendremos por ella”.
“¿No es eso más complicado?”, reclamó Mike.
“¿Quieres andar con un cuerpo a cuestas en el bosque mientras vamos de “Aquí no”, “Aquí tampoco” por todo el lugar? Porque yo definitivamente no”.
“Bueno, tu eres el que manda”.
“¡No, no te vayas Dom! ¡Me moriré de aburrimiento si me dejan aquí!”, decía el cadáver entre carcajadas mientras era tapado por la lona, cuando estuvo completamente cubierto guardó absoluto silencio.
“Creo que ya terminé”, dijo Mike mientras dejaba de cavar y se limpiaba el sudor de la frente con la manga. “No se tu, Dom, pero yo lo veo bastante profundo”.
“Lo está, bien hecho”, respondía Dom mientras se levantaba de su asiento. ”Ahora vamos por el cuerpo”.
“Hermano, estoy deshecho ¿Por qué no vas tú? Estoy seguro que con tu tamaño y fuerza podrás solo”.
“¿Y por qué no mejor lo dejamos a “piedra, papel y tijeras”? ¿Ah, imbécil?”.
“No, no, ya aprendí mi lección. Además, estoy demasiado cansado como para siquiera pensar estratégicamente”.
“¡Sal del puto hoyo, Mike! Tu fuiste quien mato a la chica ¿Y me vas a hacer a mi cargar con ella? ¡No me jodas!”.
“Oye, yo cabé casi todo el hoyo prácticamente solo. Haz lo que quieras, pero no pienso salir de aquí hasta que me sienta más descansado”, Michael se introdujo en el hoyo hasta quedar recostado en el fondo.
“¡Vete al carajo, Mikey! ¡Vete mucho al carajo!”.
“No antes que tú, Dom”.
Con la vena de la frente a punto de explotar, Dominic se encamino a seguir la ruta que habían trazado entre el lugar de entierro y la camioneta. Mientras caminaba el enojo poco a poco se diluía hasta convertirse en una ansiedad sofocante. Dominic no tenia certeza de saber que fue exactamente lo que oyó cuando vio el cadáver más de cerca, y le daba terror el averiguarlo. Cuando se encontró finalmente con el vehículo, dudó de si quitar la lona o no; decidió al final cerrar los ojos y quitarla de un tirón.
“Hola genio, te extrañe”, pudo oírle decir al cadáver, aun sin mirarle.
Dominic abrió los ojos, el cadáver yacía boca arriba, recostado sobre sus codos, con una pierna sobre la otra y balanceando su cabeza de una lado a otro de forma coqueta.
“¿Qué carajos eres?”.
“Bueno, obviamente soy un cadáver”.
“¡Hablo en serio! ¿Qué o quien carajos eres y porque mierda puedes hablarme?
“¿No crees que hace mucho frio?, dijo ella ignorando la pregunta y apartando la mirada.
“¿Qué…?”
“Me he estado helando desde temprano”, volteó a ver a Dom y le sonrió. “¿No te gustaría calentarme un poco?”.
“¿De qué mierda estas hablando? ¡Contestame!”
“¿De quien es la foto que te llevaste?, volvió a esquivar la pregunta dirigiendo la mirada a la cabina del vehículo.
“¿De quien…?”, Dominic dio un vistazo rápido a donde ella miraba, donde el retrato se encontraba reposando sobre uno de los asientos. “Es… es mi madre”.
“¿De verdad?”, la chica parecía particularmente escéptica y sardónica. “¿Cual era su nombre?”.
“Era.. su nombre era…”, Dom rebuscaba entre sus recuerdos con un esfuerzo similar al que le hubiese imprimido al levantar una tonelada de hierro con sus manos desnudas. Algo parecía no embonar bien en su mente, las imágenes, sonidos y significados se entre mezclaban creando un caos insondeable. Hizo un ultimo esfuerzo, cerró los ojos y dijo lo primero que se le ocurrió, “ Amalia… Se llamaba Amalia”.
El cadáver dio un bufido y aparto la mirada para ocultar su risa de un muy confundido Dominic.
“¿Qué es tan putamente gracioso?”.
“Es que…”, la chica muerta no podía parar de reir. “Es que eso no es cierto, Dom. Ella no es Amalia”.
“¿De que estas...?”.
“Haz memoria, Dom. Amalia es la chica que tu papá mató”.
“Mi papá… ¿Qué…?”.
“¡Dios, hace tanto frio!”.
La memoria de Dominic hizo como un estallido de imágenes y recuerdos, y se encontró retrocediendo a 15 años a cuando su padre asesino a Amalia.
Aquella noche, antes de abandonar el taller, Donald, el padre de Dominic y Michael, un rollizo y granoso veterano de Afganistán, de mente inestable debido los medicamentos caducos que ingería, se daba placer a si mismo mientras veía el retrato de Amalia, la hija única de los que eran y siempre fueron los dueños legítimos del taller. Donald no era más que un simple empleado, pero siempre le decía a sus hijos que algún día seria dueño del lugar. Un Dominic de 17 años le espiaba desde las sombras. Dom hacia trabajos en el taller de vez en cuando, los cuales le eran recompensados con una parte en licor y otra con dinero con el cual poder comprar drogas, cigarrillos y jugar a las recreativas del bar a 10 minutos caminando del taller. Esa noche dio la casualidad de que Dom fue requerido todo el día y que los dueños le habían confiado a Donald el cierre del negocio. Dominic había sido encargado por su padre de cerrar todas las puertas internas y de buscar sus cosas para retirarse juntos, una excusa para poder estar en la oscura intimidad y hacer lo que Dom supuso era lo que le hacia llegar tarde a casa todas las noches.
Dominic conocía bien a la chica objeto de los delirios de su padre, una joven de 20 años, universitaria, orgullo no solo de su familia sino de toda la comunidad por su inteligencia, ambición y ternura. A Dom le caía bien, pero no le suscitaba ningún otro sentimiento o atractivo especial; Mike, que en ese entonces cumplía los 12 años, si parecía estar loco por ella, y al parecer su padre compartía la misma afición por la jovencita.
Aunque no era de extrañarse, aparte de ser sumamente bella la mujer, ya habían pasado 8 años desde la muerte de la madre los muchachos por una sobredosis. En esos 8 años el viejo había sido incapaz de liberar sus impulsos primitivos debido a, por un lado, la falta de atractivo, tacto y carisma que tenia, y por el otro su falta constante de dinero a causa de su alcoholismo, ludopatía y la compra de drogas vencidas (las únicas que podía comprar), que le impedían cancelar los servicios de una de las damas de la noche que rondaban por los alrededores.
Después de aquella noche, Dominic perdió el escaso respeto que le tenia a su progenitor y empezó a desarrollar una animosidad por él al punto de sentir repulsión de estar siquiera cerca suyo. Las cosas fueron a peor cuando la chica fue declarada como desaparecida unos meses después. Por una semana había perdido todo contacto con sus padres, los directivos de la universidad, compañeros de trabajo y amigos de Amalia ignoraban por completo su paradero. Por tres semanas se buscó hasta por debajo de las piedras, todo para concluir con el único hallazgo de su cabeza cercenada y en avanzado estado de putrefacción, el resto del cuerpo nunca pudo ser localizado. Un análisis forense descubrió rastros de liquido lubricante propio de los preservativos en su boca y garganta, depositados allí “post mortem”.
Resultó que casualmente en toda esa primera semana en la que la chica había desaparecido, Donald había salido en un viaje de pesca con algunos de sus ex compañeros en armas y dejó a los muchachos donde una tía. Tras finalizada la semana, el señor volvió a casa con unos aires de triunfo que no le eran propios y con ningún pez. Cuando se le cuestionaba acerca del viaje respondía de forma escueta “Estuvo bien, fue divertido” y cambiaba de tema inmediatamente.
La última semana de búsqueda, cuando se descubrió la cabeza de Amalia, todos los conocidos de la chica quedaron hechos pedazos; Mike no dejaba de llorar a mares e incluso Dom no podía evitar sentirse deprimido. Solo Donald permanecía inmutable, como si nunca hubiera conocido a la muchacha. Se hizo un funeral donde fueron reducidos a ceniza los pocos restos de la chica y estos fueron lanzados al bosque brumoso donde presumiblemente se encontraba lo que faltaba de ella.
Un par de noches después del funeral, Dominic se encontraba inquieto, sin poder dormir. No podía dejar de pensar en Amalia, lo que le había sucedido y la posible implicación de su padre en el crimen que, al parecer, solo él suponía. Fue donde la computadora de la casa y busco en internet el nombre de Amalia. Entre tanto rebuscar pudo dar con la web de un investigador independiente que había estado en la escena y que había tomado fotos de las pruebas, entre ellas retratos en alta definición de la cabeza cercenada de la difunta. Un sentimiento extraño invadió a Dominic en ese momento, un llamamiento interno envuelto entre la repulsión y la perturbadora fascinación que le suscitaba la imagen. Su mirada quedó congelada, con sus ojos clavados en la pantalla mientras sus manos se movían solas hasta el botón de su pantalón, bajando el cierre, luego su ropa interior…
Tras verse satisfecho y encontrándose despierto de aquel frenesí, fue consciente de lo que hizo. La repulsión y el asco, junto con vergüenza, el miedo y la rabia lo embargaron hasta casi asfixiarlo. Se limpio rápidamente, borro todo rastro de su búsqueda de la computadora y se encamino inmediatamente al baño, donde dejo correr la regadera sobre si para dejar ir todo lo repugnante de su ser. Temblaba, no tanto por lo frio del agua sino por lo impactante del suceso. Tuvo una imagen mental de su padre haciendo lo suyo en frente de la foto de Amalia, pero no era su padre quien lo hacia, sino él, y no era la foto de la chica, sino su cuerpo sin cabeza, sobre la grama, en avanzado estado de putrefacción.
Esa noche lloro hasta quedarse dormido bajo la regadera.
Los recuerdos liberados tan repentinamente le causaron nauseas a Dominic, quien tuvo que encontrar un lugar del cual sostenerse para no caer desmayado. Miró a su alrededor, intentando recordar en donde estaba. El bosque parecía estar más oscuro, ya estaba anocheciendo. Miró al cadáver en el maletero de la camioneta y este le veía con lastima.
“Tan pálido, asustado ¿Quieres un abrazo?”.
“¿Cómo mierda sabes…? Pensé que…”, Dominic se pasaba la mano por la cara incesantemente, intentando entender todo lo que estaba sucediendo.
“Ya, ya...”, le reconfortaba la chica, quien se levantó de donde estaba y se acerco a Dom con intención de abrazarle. “No estés asustado, dejalo salir...”
“¡No estoy asustado! ¡No me toques!”, de un empujón Dominic lanzo el cadáver al suelo. El cuerpo cayó sobre la grama con los brazos abiertos y su cabello volvió a tomar la forma de halo que había tenido sobre la Camioneta.
“Dom...”, decía la chica casi susurrando. “El suelo está helado, Dom. Me muero de frio. Calientame, por favor...”
“¡Ya callate! ¡Esto… Esto no está pasando…!”
“¡Dominic, por favor!”, lagrimas parecían salir de los ojos de la chica. “¡Es demasiado frio! ¡Por favor, te necesito!”.
“Debo callarte…”, ansioso y empapado en sudor frio, Dominic buscó frenético con la vista por todo su alrededor en busca de la cierra. “Si te rajo la maldita cabeza vas a cerrar tu puta boca, y entonces...”.
“¿“Entonces” qué?”, repentinamente la chica parecía estar totalmente furiosa. “¿Harás con mi cabeza lo mismo que hizo tu papá con la de Amalia?”, luego empezó a reír de la nada. “¡A lo mejor terminas gimiendo su nombre mientras lo haces! ¡Amalia, Amalia!”.
“¡Ya Callate, carajo!”, Y en un solo movimiento Dominic saco su pistola y disparo dos veces a la cabeza del cadáver, perforándole la sien derecha y la mejilla.
“¿Pretendes matarme otra vez?”, el cadáver comenzó a sollozar desconsoladamente. “¡Eres un monstruo! ¡Igual a tu hermano! ¡Igual a tu padre! ¡Todos ustedes son unos monstruos!”.
“¡Callate! ¡Callate, Callate, Callate!”, Dominic procedió a disparar otras cuatro veces, una bala en el muslo, otra en el estomago, otra en el cuello y una más en la cabeza.
“¿O sera…?”, el cuerpo dejo de llorar de forma repentina y transfiguro su rostro hasta esbozar una sonrisa diabólica. “¿… Será que quieres abrir más huecos con los cuales jugar?”, y comenzó a reír a carcajadas.
“¡Ya basta!”, Dominic calló sobre sus rodillas, temblando, con los ojos ahogados en lagrimas. “Por favor, no soy un maldito enfermo. Por favor, yo no...”.
“Dom...”, ella comenzó a llamarle con dulzura. “Tengo mucho frio. Por favor...”.
“Tu… ¿Dices que debo…?”.
“¿Te quieres divertir un rato?”, por un instante volvió a esbozar esa sonrisa infernal para pasar inmediatamente después a un rostro suplicante. “Calor, Dom… Dame calor...”.
De pronto Dominic dejo de temblar, muestra de que había tomado una decisión. Se acercó gateando al cuerpo lentamente; cuando se encontraron cara a cara él procedió a desabrocharse el pantalón, posteriormente lo empezó a bajar…
“Dejate llevar...”, la voz que ahora procedía del cadáver era diferente, Dominic no podía identificarla. Era imposiblemente grave, antinatural, pero de alguna forma la encontraba reconfortante, como el calor proveniente de una apacible fogata. ”… aun si es algo horroroso, es completamente tuyo...”, le dijo el cadáver con susurros...
En ese momento se oyeron unos pasos acercarse por detrás de Dominic
“¡Dom! ¿Qué carajos paso? ¡Oí tiros que venían de acá! ¿Acaso nos des…?”, decía Mike hasta que pudo percatarse de lo que estaba sucediendo. “¡¿Qué mierda estas haciendo, Dom?!”.
Dominic despertó de golpe de aquel encanto en el que estaba inmerso. Frente a él solo veia el cuerpo putrefacto y agujereado de una chica muerta, con su cabeza casi hecha pedazos por 3 agujeros de bala. Palideció de golpe y quedó paralizado por el pánico.
“¿Qué coño estabas haciendo con ella, Dom? ¿Dom? ¡Responde, Dominic?”.
La mente de Dom terminó por nublarse por completo, los gritos de su hermanos parecían algo lejano, un eco más allá de los arboles. Todo parecía estar tan negro como aquella vez en el taller, cuando descubrió la afición secreta de su padre. En ese entonces la repulsión y la rabia le llevaron a pensar que, de haber tenido un arma en sus manos, le hubiese disparado al gordo bastardo para así terminar con su patética vida. Desde entonces se procuro siempre tener un arma cargada consigo, para así deshacerse de todo lo que le molestase lo suficiente como para merecer un disparo. Fue por esa razón que su mano armada se movió automáticamente hasta apuntar a la cabeza de Michael y su dedo indice presiono el gatillo, haciendo reaccionar el percutor y disparado la bala que, en menos de un parpadeo, le atravesó entrando por la frente hasta salir finalmente por la nuca, matándolo en el acto. El cuerpo sin vida del joven hombre cayo sobre sus rodillas para luego terminar desparramado justo al frente de Dominic, quien aun no era consciente de lo que acababa de suceder. El cuerpo dio unos cuantos espasmos hasta quedar completamente inmóvil sobre el suelo, con un halo de sangre rodeando su cabeza.
Dominic vio el cuerpo de su hermano frente a él. Se vio a si mismo, con la parte inferior del cuerpo casi desnudo; y luego vio el cuerpo de la chica, destrozado por los balazos y gris por el proceso de putrefacción. Se sintió como si estuviese soñando, como si todo lo que estaba pasando en realidad era una muy horrible pesadilla y que en realidad jamas despertó para atender a su hermano aquella madrugada. Se convenció de que aquellos recuerdos que creyó haber desbloqueado en realidad eran parte de la pesadilla, que su padre había sido un hombre honrado y sano, que su madre no había muerto de sobredosis y que aquella foto en el taller era suya; que su hermano no era un enfermo, solo un poco demasiado inquieto y que, por lo tanto, el tampoco era un desquiciado.
Cerró sus lagrimosos ojos, encaró el cielo y deseo con todas sus fuerzas el despertar a su vida normal y sana.
“Oh, mierda”, Oyó decir a su hermano. “¿Estoy muerto? ¿Me mataste, Dom?
“No, por favor...”, susurro Dom entre sollozos
“Bueno, ahora que estoy muerto ¿Qué vas a hacer? ¿Lo mismo que le ibas a hacer a ella?”
“Por favor, ya basta”.
“Maldición… hace demasiado frio hermano...”.
“¡Por favor! ¡Ya basta! ¡No lo soporto!”, se lamentaba Dominic, presa de la desesperación.
Al anochecer, a mitad de la nada del bosque, entre arboles tan negros como sombras espectrales, Dominic se encontraba al borde de la locura. Desesperado, avergonzado y profundamente asqueado, él solo podía encontrar consuelo en el hecho de que el Revolver que llevaba en la mano aun tenía una bala por utilizar.
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