Aunque el horizonte se amargue por la tormenta, y caiga la noche en plena mañana, y las nubes como montañas comiencen a rugir cual fieras hambrientas, y llueva tanto o incluso más que en los días del diluvio… Ten calma.
Aunque el camino parezca eterno, y sientas haber dado un millón de pasos y que te quedan mil millones más por dar, y no veas sino el infinito alejándose de ti, y cada paso que des pese mil toneladas… Sigue avanzando.
Aunque despiertes abatido, con la sensación de tener un vacío en el pecho, y la música que te alegra ya no te alegre y la comida que te gusta ya no te guste, y no quieras ni hacer lo que normalmente quisieras hacer, y sientas la urgencia de simplemente desaparecer... Respira hondo.
Porque aun sin nada en el bolsillo, nada en el estomago, nadie a tu lado o nada en el alma, recuerda que así como pasa el día, también pasa la noche, así como termina lo bueno también termina lo malo, así como se termina un viaje, comienza otro.
La vida es pasajera, es un cambiar continuo, una impermanencia perenne. Lo único constante es el cambio. Así que ¿Por qué preocuparse?
Imagina a alguien que se agobia cada que anochece. Imagina a esa persona llorando desconsolada cada vez que el crepúsculo se precipita en el cielo. Imagínale estando en el más absoluto convencimiento de que la noche sera eterna, que el sol esta muriendo y que ya no hay esperanzas… Imagina que esa persona eres tú, imagina que esa noche eterna es aquello que más te inquieta en este momento, imagina cual seria tu equivalente al amanecer. ¿De verdad no hay esperanza? ¿De verdad se ha acabado todo? ¿Es tan imposible que vuelva a amanecer?
Los humanos somos unos animales extraños. Otros animales si tienen hambre, comen; si tienen sueño, duermen; si quieren ir al baño, van y punto, y se olvidan de cualquier significado profundo que tengan estas acciones. Los humanos no, podemos sentirnos miserables teniendo o no donde dormir, que comer o donde evacuar. Juzgamos todo por niveles y decimos que si no estamos en el nivel más alto, no hay razón para estar felices, que cualquier satisfacción que sintamos al momento es falsa y que solo se vive de verdad en la cima.
Entonces la vida se vuelve una hazaña imposible e interminable, porque la cima parece no existir. Nunca se tiene suficiente, nunca se está en el lugar adecuado, nunca se ha lo grado lo necesario, y cuando la desgracia se precipita, uno sucumbe; cuando el camino se alarga, uno se rinde, cuando el vacío se expande, uno desaparece. Nunca se entiende que lo que se tiene ahora es lo único, lo que importa, lo real y lo suficiente como para vivir y (quizá) ser feliz.
Los días malos son solo días, las cosas malas son solo cosas y la vida se vive, no solo se transita hasta llegar a la inevitable muerte. Se respira hondo, se huelen las flores, se saborea lo que se este comiendo, sardinas o una carne asada, y se dan las gracias. Gracias a los padres por darnos la vida, gracias a los hermanos y amigos por estar a nuestro lado, gracias a las mascotas por vivir, gracias Dios por… bueno, todo eso y más. Siempre es bueno tener a quien agradecer para así recordar lo que en verdad importa.
¿Triunfar, tener éxito? Suena bien ¿Lograr metas y objetivos? Lo máximo ¿Ser alguien a quien admirar? Maravilloso, pero nunca olvides el vivir. Si tu objetivo es ir a comerte un helado, bien. Es tan valido como querer comprarse una casa o una compañía valuada en millones de dólares. Si eso te hace feliz y te ayuda a seguir avanzando en este valle interminable hasta el siguiente amanecer oculto tras los cerros, todo esta bien.
No te afanes con la lluvia, que llueva. ¿Ese largo camino? recorrerlo a tu ritmo, no es una carrera. Y en cuanto a aquel vacío que te corroe el alma… no se, pero yo creo que no hay depresión que con un helado no se vaya (por lo menos un rato), tu date el gusto.
Comentarios
Publicar un comentario