Conocemos el mito: El Rey que fue castigado por la eternidad con ceguera y llevar colina arriba una inmensa piedra. Esta era pesada pero no imposible de manejar, y aunque era una tarea extenuante para un cuerpo tan deteriorado como el de Sísifo, este se aliviaba con el pensamiento de su victoria... Pero conforme pasaba el día la terea se tornaba más difícil, el hombre sentía que de alguna forma la piedra pesaba el doble que antes. Ya cuando el crepúsculo arribó y Sísifo pudo vislumbrar la victoria a solo centímetros de él, su fuerza falló. Se apartó como pudo para no ser aplastado por la piedra y la vio irse colina abajo hasta donde había empezado. La frustración que sintió fue inmensa, pero no se dejó derrotar, buscó consuelo pensando que la mañana siguiente seguro podría lograrlo, pues ya sabia el peso exacto de la piedra y como manejarla. Eso fue lo que se repitió por los siguientes 100 años.
Una y otra vez, el rey caído en desgracia repetía la terea, fallando siempre. Su frustración crecía con cada fracaso y pudo darse cuenta de que la piedra crecía a su vez. Notó como al principio esta resultaba tan grande como un becerro, pero cuando estaba cerca de la cima, esta era tan grande como un toro y a veces tanto como un elefante. Fue entonces que Sísifo reconoció la verdadera naturaleza de su penitencia y por poco cayó en la locura. "¡Solo Hércules seria capaz de tal hazaña!", pensaba, golpeando con resignación la piedra con sus manos maltratadas. Se detuvo un momento, tentado por la idea de desistir a medio camino, pero entonces saltó un pensamiento: "Hércules no triunfó por fuerte, sino por astuto. Y yo, Sísifo, Hijo de Eolo y Rey de Éfira, soy el hombre más astuto que conozco. ¡Incluso más que un Semi Dios!", entonces empezó a abordar la tarea desde un ángulo completamente distinto.
Durante el siguiente centenario Sísifo tomaría su tarea no como un reto de fuerza, sino como uno mental. Escupió sobre el recuerdo de su yo abrumado y empezó a trazar diferente planes con los cuales llevar la roca a la cima. Sus castigadores no le dieron ni requisitos o restricciones, pues no hacían falta, ya que toda herramienta que Sísifo ingeniaba fallaba irremediablemente. Pero esto no le hizo desistir, si su inteligencia no seria lo que le llevara a la victoria sobre los Dioses, entonces su determinación lo haría. No se estaba volviendo más fuerte con cada intento, parte del castigo de los Dioses junto a su inmortalidad, pero si se sentía más sabio, y dicha sabiduría de alguna forma recompensó, pues notó con cierto orgullo como le tomaba la mitad de un día el llevar la piedra a casi tocar la cima. Y así siguió adelante...
Zeus se encontraba meditando en sus aposentos cuando tuvo la repentina visita de su hermano Hades, carcelero de Sísifo. Este se encontraba particularmente perplejo y confundido, le suplicó a su hermano que le siguiera, pues algo había ocurrido con el penitente. Cuando ambos Dioses llegaron al lugar, se encontraron con la gigantesca piedra posada en lo más alto de la colina, y junto a ella Sísifo, con su mirada ciega perdida en el horizonte. Zeus se encontraba tan perplejo como su hermano y se acercó al mortal, quien parecía guardar una gran pesadumbre.
"¿Eres tu, Padre de los Dioses?", preguntó Sísifo.
"Ciertamente", respondió Zeus.
"¿Es esto acaso parte de tu ejemplar castigo?"
"¿Qué cosa? Por lo que veo, has superado el castigo de los Dioses, incluso yo dudo que el más fuerte de mis hijos fuese capaz de tal hazaña".
"Lo se", respondió Sísifo. "Y aun así, tras el éxtasis y el jubilo efímero de la victoria, me siento vacío. ¿Qué más queda de mi más allá de esta roca?".
"Quizá el renombre y el orgullo calmen tu alma afligida. Reconozco una proeza extraordinaria cuando la veo, y me causaría tristeza que dicha proeza, independientemente de quien la haga, no tenga su justa recompensa. ¿Qué deseas del Señor de todo?".
Sísifo se quedó acariciando la gigante piedra, dibujando circulos con su índice, y entonces dijo:
"Más, más alto, más pesada", y procedió a empujar la piedra y dejarla caer colina abajo, hasta el lugar exacto donde todo empezó.
El Señor de los Dioses no pudo ocultar su sorpresa y confusión, pero no se negó a cumplir la petición. Con un chasquido la colina se volvió montaña y la piedra paso a ser el doble de grande y pesada, creciendo aun más conforme llegaba a la cima. Así Sísifo reinicio su absurda labor... Se dice que aquella no fue la primera vez que superó las expectativas de los Dioses, y quizá jamás haya una última.
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