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Tras Aquella Cortina de Niebla

  Le dijeron que no había nada, que la estepa, si no era infinita, por lo menos era lo bastante grande como para no ser abarcada por una persona ni aún viviendo 100 vidas, pero él estaba desesperado. Oyó un llanto tras la cortina de niebla y de inmediato pensó en su hija, perdida hace ya mucho, llamándole para que le rescatase. La locura y la aflicción envenenaron su memoria y le hicieron olvidar que ya había encontrado a su pequeña, sus restos al menos; o quizá no lo recordaba porque nunca quiso aceptarlo, sus ojos ciegos ante la cruel realidad. La fantasía era un escape, y dicho escape estaba tras la cortina, así que fue. Imposiblemente alta, incomprensiblemente extensa, la cortina de niebla estuvo allí desde antes de que el país tuviese nombre y permanecerá incluso después de que lo pierda. Más oscuro que una noche sin luna, de un silencio ensordecedor, capaz de volver los latidos del propio corazón un estruendo insoportable. Era a donde solo iban quienes ya estaban perdidos en es
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A la Luz de los Mechurrios

La Determinación de Sísifo

 

Lo que Mató al Gato

El Gato maulló y Carlos despertó del letargo que invadió su vigilia. Confundido, se vio a si mismo enfrente a aquella puerta ominosamente limpia y aberrantemente perfecta que desentonaba muy evidentemente en las ruinas vandalizadas donde estaba encajada. Parecía incluso inmune al polvo, siempre, desde la primera vez que apareció hacía ya 6 meses, lucía recién barnizada. De ella emanaba el ruido de un aire acondicionado y alguna computadora corriendo; era una puerta de oficina, lo cual explicaría esos sonidos, pero la existencia de una oficina en tal sitio no tenia explicación alguna. El pomo estaba helado, lo suficiente como para provocar dolor de tanto sostenerla. Carlos la soltó y se alejó lo más que pudo, escoltado por el gato negro que siempre le acompañaba. Durante 6 meses Carlos estuvo consciente de la existencia de la puerta. No sabia si siempre estuvo allí o si simplemente apareció. Había cruzado

La Torre

Alguien Diferente...

Tecnofobia

Aquella mujer se recostó exhausta sobre el helado banco metálico y quedó mirando el techo por unos segundos, como quien mira al abismo con ganas de saltar. Sacudió su cabeza y tomó el termo de café de su cartera; aún estaba caliente, Gracias a Dios. Dio un trago y tras un hondo suspiro cerró los ojos por primera vez en todo un mes. Su cabeza le dolía, llena de mil y un términos médicos, legales e informáticos que no entendía. Lo único que ella tenía seguro era que su hijo se encontraba en coma. Todo pasó de forma tan repentina y extraña, que aún después de recibir cientos de explicaciones de docenas de personas de distintas especialidades aún no entendía lo que sucedió. Repasó todo en su mente: Su hermano menor, un friki fan de los jueguesitos y las cosas japonesas, había venido de visita. Pese a su rareza, es un joven muy trabajador y cariñoso, y un tío excelente. Entre sus nuevas adquisiciones extrañas estaban unas "gafas de real