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Lo que Mató al Gato

El Gato maulló y Carlos despertó del letargo que invadió su vigilia. Confundido, se vio a si mismo enfrente a aquella puerta ominosamente limpia y aberrantemente perfecta que desentonaba muy evidentemente en las ruinas vandalizadas donde estaba encajada. Parecía incluso inmune al polvo, siempre, desde la primera vez que apareció hacía ya 6 meses, lucía recién barnizada. De ella emanaba el ruido de un aire acondicionado y alguna computadora corriendo; era una puerta de oficina, lo cual explicaría esos sonidos, pero la existencia de una oficina en tal sitio no tenia explicación alguna. El pomo estaba helado, lo suficiente como para provocar dolor de tanto sostenerla. Carlos la soltó y se alejó lo más que pudo, escoltado por el gato negro que siempre le acompañaba. Durante 6 meses Carlos estuvo consciente de la existencia de la puerta. No sabia si siempre estuvo allí o si simplemente apareció. Había cruzado
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La Torre

Alguien Diferente...

Tecnofobia

Aquella mujer se recostó exhausta sobre el helado banco metálico y quedó mirando el techo por unos segundos, como quien mira al abismo con ganas de saltar. Sacudió su cabeza y tomó el termo de café de su cartera; aún estaba caliente, Gracias a Dios. Dio un trago y tras un hondo suspiro cerró los ojos por primera vez en todo un mes. Su cabeza le dolía, llena de mil y un términos médicos, legales e informáticos que no entendía. Lo único que ella tenía seguro era que su hijo se encontraba en coma. Todo pasó de forma tan repentina y extraña, que aún después de recibir cientos de explicaciones de docenas de personas de distintas especialidades aún no entendía lo que sucedió. Repasó todo en su mente: Su hermano menor, un friki fan de los jueguesitos y las cosas japonesas, había venido de visita. Pese a su rareza, es un joven muy trabajador y cariñoso, y un tío excelente. Entre sus nuevas adquisiciones extrañas estaban unas "gafas de real

Aquel Muro...

Un Antídoto a la Venganza: Ensayo Breve

Juan Carlos, El Buda

Fuente Esto es lo que oí: Juan Carlos un día salió de casa hambriento. No había desayunado, como era costumbre en su casa, y aun faltaba mucho para el almuerzo, por lo que fue al parque más cercano a tumbar unos mangos para comer. Al llegar al árbol de mango más grande y viejo del parque se encontró con un puñado de niños que, cuando vieron a Juan, se pusieron agresivos, le amenazaron con el gran palo que llevaban y le dijeron mil y un improperios. Juan les enfrentó pese a todo, su hambre podía más que su miedo; como resultado terminó hecho chicha. Juan Carlos volvió a casa más enojado que cuando salió, reclamando por comida de forma agresiva. Su familia era numerosa y de muy escasos recursos, no era fácil mantener a sus siete hermanos y hermanas; además, su padre era muy violento y su madre una mujer tan sumisa que el simple hecho de pensar en protestar le parecía inútil. El padre de Juan Carlos, al verle con esa mala actitud, le amenazó con azotarlo con una manguera, a lo que J